Tóxicos y alteraciones en el neurodesarrollo infanti
Los niños en los Estados Unidos, hoy en día se encuentran en un inaceptablemente alto riesgo de desarrollar trastornos del neurodesarrollo que afectan el cerebro y el sistema nervioso, incluyendo el autismo, trastorno de hiperactividad con déficit de atención, discapacidad intelectual, y otra discapacidades de aprendizaje y de comportamiento. Para estudiar este aspecto en profundidad se ha puesto en marcha el proyecto TENDR “Targeting Environmental Neuro-Developmental Risks”
, para ello un grupo extenso de científicos se unió en el año 2015 para llevar adelante este gran proyecto.
En
base a la evidencia científica disponible, los investigadores están
identificando los productos tóxicos que más aumentan los riesgos en el
neurodesarrollo, tanto a nivel prenatal como postnatal.
La
realidad sobre los tóxicos y las alteraciones del neurodesarrollo se
enfocó, equivocadamente, durante muchos años en el compuesto
organomercuriado que se usaba como conservante en las vacunas,
denominado tiomersal. Este aspecto hizo que muchos países, y como medida
de precaución, lo eliminaran de las vacunas pediátricas ante el pánico
general y su posible relación con el autismo. Quince años después de la
retirada de este compuesto de las vacunas de uso pediátrico, no se ha
observado ninguna variación en la prevalencia del autismo en ninguno de
los países que lo eliminaron. Por tanto, quizá las causas están en otra
parte. Esto es el objetivo del proyecto TENDR, identificar los agentes
químicos que sí están demostrando de forma sostenida y con evidencia su
impacto en el neurodesarrollo.
¿La dosis hace el veneno?
La
toxicidad de cualquier sustancia química depende de muchos factores,
incluyendo la cantidad que entra al cuerpo de un individuo. Una vez que
el químico es absorbido por un organismo, puede ser metabolizado o
convertido en otras formas químicas a través de procesos biológicos. La
toxicidad de cada tipo de sustancia química también depende de si es
excretado del cuerpo, o almacenado en el hígado, los riñones, la grasa o
en otros tejidos.
Sin embargo, la toxicidad
química es más complicada que los efectos agudos causados por la
exposición a corto plazo en altas dosis. En años recientes ha aumentado
la preocupación acerca de los efectos crónicos de la exposición a largo
plazo a dosis relativamente bajas de contaminantes en las aguas,
alimentos y el medio ambiente. Debido a que nuestros cuerpos metabolizan
los diferentes químicos en varias maneras, las pequeñas dosis de
algunos contaminantes crean efectos acumulativos que eventualmente
afectan negativamente a nuestra salud, mientras que la exposición
similar a otros químicos no causa ningún daño.
¿Cual era el impacto estimado?
La
Academia Nacional de Ciencias (EE.UU.) informó que el 3 % de todos los
trastornos neuroconductuales en los niños, como el trastorno del
espectro del autismo (TEA) e hiperactividad (TDAH), son causados por la
exposición a sustancias tóxicas en el medio ambiente y que otro 25 % son
causados por interacciones entre los factores ambientales y la
genética. Pero las causas ambientales precisas aún no se conocen
(National Academies of Science, National Research Council. Scientific
Frontiers in Developmental Toxicology and Risk Assessment. ISBN 978-0-309-07086-7).
El proyecto PHIME Europeo
Científicos del proyecto financiado con fondos comunitarios PHIME («Impacto
en la salud pública de la exposición a largo plazo a concentraciones
bajas de elementos variados en estratos sensibles de la población»)
advirtieron que incluso un nivel bajo de exposición a metales tóxicos
puede resultar perjudicial para la salud humana. El equipo de PHIME hace
un llamamiento a los responsables políticos para que controlen de forma
sistemática los niveles de metales tóxicos a los que está expuesta la
población y tomen medidas para reducir la emisión de este tipo de
sustancias al medio ambiente.
El proyecto TENDR
Trabajos como el de Di Renzo y colaboradores (En libre acceso), publicado en diciembre de 2015
,
aportan una visión basada en un amplio cuerpo de evidencia científica
sobre cómo la exposición a determinados tóxicos impacta en el
neurodesarrollo.
En el año 2009, la Endocrine
Society’s, publicó su primera declaración sobre el impacto de los
disruptores endocrinos ambientales, y en 2015
hizo públicas una serie de advertencias sobre el impacto directo en la
salud de este tipo de compuestos, los cuales por cierto, nos rodean.
Hicieron especial hincapié en:
- Bisfenol A, presente en muchos plásticos. Afecta a nivel embrionario, a través de la leche materna y de forma ambiental. Se encuentra en el revestimiento de muchos alimentos y bebidas enlatadas tal que prácticamente todo el mundo está expuesto de forma continua.
- Ftalato, se usan con frecuencia en los esmaltes de uñas, adhesivos, masillas, pigmentos de pintura, juguetes de niños y en la mayoría de los juguetes sexuales.
- Atrazina, un herbicida ampliamente utilizado.
- Bifenilos policlorados y polibromodifenil éteres, una amplia variedad de aplicaciones utilizan estas mezclas, incluyendo plastificantes en caucho y resinas, papel autocopiativo, adhesivos y pinturas y tintas.
- DDT ( dicloro difenil tricloroetano) y DDE (Diclorodifenildicloroetileno) , el DDT es un insecticida industrial y doméstico sintético con una larga vida media, el uso extenso, y naturaleza lipofílica que ha hecho que sea un prominente contaminante ambiental. Estados Unidos prohibió el DDT en 1972 debido a sus efectos sobre el medio ambiente y los posibles efectos en la salud humana. El DDT y sus metabolitos, diclorodifenildicloroetileno (DDE) y diclorodifenildicloroetano (DDD), se han asociado con enfermedades endocrinas tales como tumores testiculares, cáncer de endometrio, cáncer de páncreas , diabetes mellitus tipo 2, y cáncer de mama.
Un
estudio español estudió la asociación entre niveles maternos prenatales
de diclorodifenildicloroetileno (DDE) e infecciones respiratorias de
vías bajas (IRVB) en lactantes, aislándola del posible efecto de otros
organoclorados
. Se incluyeron 657 mujeres que
acudieron al centro de salud para la revisión del primer trimestre de
embarazo desde julio del año 2004 a julio de 2006. El 13% de los
lactantes tuvo IRVB recurrente en los primeros 14 meses de vida. El DDE
fue el único organoclorado que, ajustando por factores de confusión,
mostró asociación con IRVB tanto aislada como recurrente.
El estudio de Boyle y colaboradores del 2011
, cuantificó en un 17% de niños en EE.UU. con algún problema en el neurodesarrollo.
Otro estudio reciente, llevado a cabo en la Unión Europea, y publicado en 2015
,
y también de libre acceso, aporta datos del costo económico asociados a
las alteraciones del neurodesarrollo relacionadas con alteraciones de
tipo endocrino. Identificaron una probabilidad del 70 al 100% de que la
exposición al polibromodifenil éteres (PBDE) y a organofosforados,
contribuye a una pérdida de cociente intelectual. Genera un costo
estimado de 9.590 millones de euros en casos de discapacidad
intelectual. La exposición a organofosforados un costo de 1.460 millones
de euros. En el caso de autismo 199 a 399 millones de euros. En el
caso de TDAH 1.210 a 2.860 millones de euros. Un costo general aproximado de 15.000 millones de euros anuales.
Durante
mucho tiempo se habló de que la dosis hace el veneno, hoy sabemos que
incluso en bajísimas dosis, determinadas moléculas y compuestos químicos
son tremendamente tóxicos para el neurodesarrollo. Y tienen un efecto
tanto a nivel de alteración genética -y epigenética–
como hereditaria. Varios estudios han identificado estos riesgos, así
como diversos compuestos tóxicos que impactan. El estudio de Lanphear del 2015
sobre infancia en EE.UU. es un ejemplo tremendo (ver vídeos a
continuación) de cómo estas sustancias afectan al desarrollo cerebral, e
incluso como afectan de forma posterior. Según el estudio, en EE.UU.,
el 89% de los niños contienen trazas importantes de mercurio, el 100% de
plomo, el 100% de organofosforados, el 100% a Bifenilos policlorados (PCB), el 96% a Bisfenol A, el 100% a polibromodifenil éteres
(PBDE), entre otras muchas otras sustancias que son tóxicas a muy bajas
concentraciones. Además podemos añadir el plomo, que tras el escándalo de Flynt
ha vuelto a copar portadas. Vemos que compuestos como el Bisfenol A son
tóxicos en concentraciones de una parte por trillón, solo por poner un
ejemplo.
Y otro estudio, Maternal lifestyle and environmental risk factors for autism spectrum disorders
,
publicado en 2014, nos habla de como los estilos de vida inciden
directamente en los factores de riesgo del autismo. Estilos de vida
relacionados, obviamente, con impactos tóxicos. Estos factores de riesgo
se relacionan con un impacto en la construcción del cerebro del bebé
durante el proceso de gestación, así como factores de alteración en os
procesos oxidativos del organismo, alteraciones en el sistema inmune,
etcétera.
Otro estudio de reciente publicación
,
y también publicado en libre acceso, nos habla de como el feto está
expuesto a sustancias químicas, y de cómo estas afectan al desarrollo
del bebé. En el citado estudio de revisión identifican seis clases
principales de sustancias tóxicas (seguro les suenan): ftalatos,
fenoles, compuestos perfluorados (PFC), retardantes de llama, bifenilos
policlorados (PCB), y plaguicidas organoclorados (OC). Muchos de estos
compuestos pueden, por una parte alterar la herencia genética, y por
otra, ser transferidos al bebé durante el embarazo, o incluso durante la
lactancia. Esto NO CULPA A LAS MADRES, todo lo
contrario, ya que los contaminantes están ahí, y sencillamente formamos
parte del vector de transmisión. Quién debe ser culpado es el sistema
que permite que se sigan usando estos compuestos de forma
indiscriminada. En el estudio vemos como muchos de estos tóxicos se
encuentran en el organismo de forma persistente.
El
National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) en el
2003/2004 llevó a cabo una muestra sobre la población adulta de los
EE.UU.
, el 83% de las mujeres embarazadas
tenían niveles detectables de dimethylthiophosphate. DDE
(diclorodifenildicloroetileno) y DDT (diclorodifeniltricloroetano) se
detectó en el 100% de las mujeres embarazadas (Teniendo en cuenta que
ese tipo de pesticidas se dejó de usar en los 70, da que pensar). Tras la prohibición de estos últimos se disparó el uso de piretroides.
Los insecticidas piretroides son posibles sustancias de afección tóxica
en el desarrollo neurológico y no han sido evaluados para determinar la
toxicidad en el desarrollo neurológico. Sabemos que en algunos casos
estudiados, existe una relación en la señalización y regulación del
Calcio con desordenes genéticos asociados al autismo, y también sabemos
que los PCB (Bifenilos policlorados), pesticidas organoclorados y
algunos pesticidas piretroides de tipo II están relacionados con la
interrupción de esta señalización.
Un estudio
realizado en el 2011 por el U.S. Centers for Disease Control and
Prevention’s (CDC), encontró que el 90% de las mujeres embarazadas en
EE.UU. tienen niveles detectables de 62 productos químicos en su
organismo
. Entre los químicos que se encuentran
en la gran mayoría de las mujeres embarazadas encontramos; PBDE,
hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), ftalatos, compuestos
perfluorados, bifenilos policlorados (PCB), el perclorato, plomo y
mercurio. Muchos de estos productos químicos pueden atravesar la
placenta durante el embarazo y se detectan de forma rutinaria en la
sangre del cordón umbilical o en otros tejidos fetales.
Algunos
de los estudios que se incluyeron en las conclusiones del programa
Europeo PHIME también hicieron hincapié en los efectos prenatales de
metales como el mercurio. Uno de ellos
, se basó
en la exposición al mercurio prenatal y al desarrollo neurológico
infantil en zonas costeras del Mediterráneo, donde el consumo de pescado
es muy elevado. En este caso se centró en el metilmercurio y los
resultados mostraron elevados niveles, no solo en las madres, también en
los hijos. Aunque los análisis dieron resultados positivos también en
PCB, cadmio, plomo y arsénico.
Los tóxicos con mayor impacto en el neurodesarrollo
Los principales candidatos y que disponen de mayor nivel de evidencia por su impacto en el neurodesarrollo, ya sea de forma pre o postnatal según TENDR son:- Los pesticidas organofosforados.
Pero no solo estos compuestos generan alteraciones en el neurodesarollo,
otros productos químicos también poseen evidencia de ser responsables de alteraciones en el neurodesarrollo. Por ejemplo:
- Arsénico: Los fetos expuestos a niveles elevados de este metal tóxico corren un riesgo mayor de aborto, malformación y muerte perinatal. El arsénico también afecta al sistema nervioso central y los niños expuestos a él durante el embarazo y durante los primeros compases de la vida pueden ver reducido su coeficiente intelectual. Más adelante, la exposición a arsénico puede desactivar el sistema inmunitario y aumentar el riesgo de cáncer. En Chile se realizó un interesante trabajo sobre el particular que pueden encontrar aquí.
Pesticidas
En
cuanto a lo relativo a los pesticidas, y no solo los organofosforados,
las evidencias no paran de aumentar, y como hemos visto, aparecen en
todas las listas de “sospechosos habituales”. Cada día que pasa aparece
otro nuevo trabajo. Con la explosión científica de China, también
estamos recibiendo información muy interesante, más si cabe que ese país
tiene unas regulaciones ambientales bastante pobres y muy permisivas,
algo similar sucede por ejemplo en muchos países de Centro y Sudamérica.
Un reciente estudio mostró una posible relación entre los organofosforados y el TDAH en Taiwan
,
aunque la muestra es “relativamente” pequeña (97 niños con TDAH y 110
en grupo de control) muestra que a mayor nivel de concentración de dimetilfosfato, mayor probabilidad de tener un diagnóstico.
Un
estudio Chino muestra reacciones adversas del desarrollo neurológico
infantil, tanto de la exposición prenatal como postnatal a los
pesticidas organofosforados en una zona agrícola de la provincia de
Jiangsu
.
Otro
estudio reciente, junio 2016, ha combinado factores genéticos con
efectos de exposición a un organofosforado en un modelo de ratón
.
En este caso se han centrado de forma específica en los efectos sobre el
autismo idiopático, y realizando también un estudio sobre los efectos
gestacionales. Las conclusiones del estudio son que el insecticida Clorpirifós
aumenta el estrés oxidativo actuado como un neurotóxico y generando
alteraciones cerebrales propias del autismo. Es un estudio previo,
realizado sobre ratones y requiere de más trabajos relacionados para dar
mayor fortaleza, pero es una información que encaja mucho con todo lo
expuesto aquí previamente. Y otro estudio, también muy reciente, junio
2016, también combinó los factores genéticos, tóxicos y embarazo
, llegando a conclusiones muy similares.
Conclusiones
El
cuerpo de evidencia sobre cómo sustancias tóxicas impactan en el
neurodesarrollo infantil, ya sea por cómo impactan a nivel genético en
sus padres afectando por tanto a la herencia genética, a nivel del
proceso del embarazo, o posterior al nacimiento, es inmenso. Ya no solo
hablamos de correlación, de probabilidad estadística, determinados
compuestos tóxicos ya tienen causa-efecto demostrada.
El
problema mayor radica en qué sucede cuando se demuestra que un
compuesto determinado es tóxico y se regula para evitar su uso. En el
campo de los pesticidas tenemos un ejemplo tremendo. Muchos pesticidas
organofosforados han sido prohibidos o su uso tiene tal regulación que
los hace casi imposible de usar ¿Qué paso en EE.UU.? Los los
fabricantes aumentaron las ventas y el uso de pesticidas neonicotinoides
y piretroides, productos que también son tóxicos y afectan al
aprendizaje y a la expresión genética
o que se han relacionado con el déficit de atención
. Afortunadamente en Europa, muchos de estos pesticidas se han prohibido, ya que se demostró eran una de las causas de la muerte masiva de las abejas
(¡Gracias amigas abejas! Y sentimos mucho haberos masacrado). Desde el
endurecimiento de medidas de la UE, las poblaciones de abejas en Europa
han aumentado considerablemente.
Vemos
como la disfunción mitocondrial que estos tóxicos producen, conlleva la
disminución de la producción de adenosina trifosfato (ATP), necesaria
para el desarrollo muscular y las funciones cerebrales; aumento de la
producción de estrés oxidativo; la inducción de la apoptosis o muerte
celular. Todos estos cambios también han sido relacionados con el
autismo
. Y aunque esta disfunción
mitocondrial no se comprende bien, afecta al 8% de las personas con
autismo en comparación al 0,05% de la población en general.
Otro caso curioso es el relativo a los retardantes de llama (PBDE),
dado su alta toxicidad se cambiaron por otros, que básicamente son
¡igual o más tóxicos aun!. Y algo similar sucedió con los ftalatos.
Probablemente, el ordenador desde el que usted esté leyendo este texto
contenga muchas de las sustancias aquí nombradas, o la silla, o el sofá
de su casa, sencillamente, nos rodean.
Y
mientras hemos perdido muchísimo tiempo y muchísimo dinero intentando
demostrar que las vacunas no tienen nada que ver con el autismo
(Estupenda táctica la de las grandes empresas del sector que tuvieron
unos aliados impresionantes, ¡Los antivacunas! trabajando gratis para
ellos), se ha trabajado muy poco en el endurecimiento de las medidas
medioambientales. Es curioso ver como en zonas de agricultura intensiva
en Guatemala o Ecuador (por poner solo dos ejemplos, pero hay muchos),
el número de niños con alteraciones del neurodesarrollo, malformaciones
físicas, u otros trastornos genéticos o metabólicos, aumenta sin parar.
De la misma forma que muchos hombres quedan estériles o con dificultades
para tener hijos. O cómo el número de abortos espontáneos aumenta, o
cómo nacen muchas más niñas que niños (Cuando la tendencia natural es la
contraria).
O cómo en Chile andan
(¡a estas alturas¡) con la pelea de las vacunas, pero no parece que
hagan nada contra la contaminación de la industria minera chilena.
No
queda más que seguir trabajando, para que, a nivel social, tomemos
conciencia de que la contaminación y la exposición sostenida a
determinados productos nos está alterando de forma intensa. Que debemos
apoyar a los equipos de científicos, quienes en muchos casos se juegan
más de lo que la gente se piensa, para que puedan seguir trabajando e
investigado, y sobre todo, que no se sientan solos cuando deben pelear
contra las grandes multinacionales del sector.
El proyecto PHIME Europeo se quedó parado, ojalá no suceda lo mismo con el TENDR.